


Septiembre de 2016 marcó un nuevo comienzo en mi vida, pero no del tipo que solemos imaginar. Me estaba yendo bien, trabajando en el depósito de rocas, cuando solo me quedaban tres meses de prueba. Entonces todo cambió. La idea de salvar mi vida vino de algún lugar desconocido (tal vez un mensaje de Dios), pero viniera de donde viniera, fue la decisión más inteligente que jamás haya tomado. Entonces, empaqué lo poco que tenía, junto con mi nuevo cachorro, Percilla, y puse mi mirada en México.
En el camino, me encontré con Harley Quinn, una vieja amiga de mis días de recuperación en Las Vegas. Necesitaba ayuda después de una ruptura complicada y, como Dallas estaba camino a la frontera, hicimos lo que debían hacer los amigos y acudimos a alguien que la necesitaba. Era un desastre y no había forma de arreglar lo que había roto. Ahora ahí estábamos: yo con un plan y ella desesperada. Ella me dijo que quería ir conmigo y yo, que siempre disfruta de la compañía de los demás, le dije que sí. ¿Pero cómo llegaríamos allí?
Como excursionista de principio a fin, estaba acostumbrado a viajar a pie, pero Harley no. Ella sugirió que lleváramos la camioneta de su abuelo, una que no tenía placas ni papeles. Pero, ¿qué diablos? O lo logramos o vamos a la cárcel intentándolo. Así que nos pusimos en camino, con sólo el sueño de cabalgar hacia el atardecer a través de la frontera con México. Con dos perros, dos personas y un vehículo que necesitaba gasolina, Harley se volvió creativa y consiguió unos cuantos dólares para sacarnos de Dallas.
De camino a la frontera, tuvimos un encontronazo con los Texas Rangers. Realmente pensé que mi viaje había terminado incluso antes de comenzar. Allí estaba yo, en un vehículo sin placas, sin registro, sin identificación, y simplemente me fugué de la libertad condicional. Pero gracias a los poderes fácticos, en el último momento, recibieron una llamada más urgente por radio y nos dijeron que podíamos irnos, pero que no podíamos quedarnos en esa parada de camiones a pasar la noche.
Así que nos adentramos en la oscuridad constante, con la adrenalina corriendo por nuestras venas, sin pensar en dónde descansar. Terminamos deteniéndonos en algún punto intermedio entre aquí y allá, y temprano a la mañana siguiente, cruzamos la frontera.
Estén atentos a más historias de mi viaje en “Andrew to Andy: The Mexico Story”, mientras comparto las experiencias, amistades y crecimiento interior que definieron esta increíble aventura.